REIAL ACADÈMIA / Historia
La Reial Acadèmia de Buenas Letras de Barcelona es la sucesora de una agrupación de aficionados a la literatura y la historia, en su mayoría nobles y eclesiásticos, nacida en 1700 y que tomó el nombre de Academia Desconfiada, o de los Desconfiados, a imitación de corporaciones similares españolas e italianas, como la Academia de los Nocturnos de Valencia o la de los Confiados de Pavía, de la que parece una réplica la denominación de la barcelonesa. La guerra de Sucesión acabó con las actividades de la Academia Desconfiada en 1703. En 1729, Bernardo de Boixadors, Conde de Peralada, reunió a varios amigos inclinados al estudio y a las letras con el objetivo de construir una corporación académica, una finalidad era instruir a la juventud en un momento en que Barcelona se encontraba privada de Universidad. Estas reuniones de la Academia barcelonesa, todavía sin nombre, consistían principalmente en comunicaciones de temas históricos de todo tipo, así como la lectura de versos o debates y discusiones sobre los más diversos aspectos.
El 27 de enero de 1752, el rey Fernando VI, a instancias del señor José de Mora, Marqués de Llió, director de la innominada corporación barcelonesa, firmaba un real despacho para el que ésta se convertía en Reial Acadèmia de Buenas Letras de Barcelona, aprobaban sus Estatutos y señalaba que su misión primordial era el estudio de la historia de Cataluña y la formación de la juventud en la historia, la filosofía y la literatura. Las primeras tareas que emprendió la Reial Acadèmia fueron la redacción de una monumental Historia de Cataluña y un Diccionario de la Lengua Catalana, lo que parece aspiraba a ser un diccionario de autoridades, como el que para el castellano había publicado la Real Academia Española. Todos los proyectos quedaron definitivamente interrumpidos cuando la ocupación napoleónica suspendió, en 1807, la vida académica.
Reunión de la Academia en el Archivo Histórico de la Ciudad (Casa del Arcediano), el 15 de abril de 1934.
En 1814 se reorganizó de nuevo la Academia, y a pesar de los nuevos ingresados, como el barón de Eroles o Félix Torres Amat, la corporación no conseguía revitalizarse ni ponerse a la altura del siglo. La revolución liberal de 1820 sacó a la Academia del marasmo, aunque de forma que más de una vez escandalizó a los viejos académicos; en un año ingresaron treinta nuevos miembros, muchos de los cuales eran jóvenes "de ideas avanzadas", como Próspero de Bofarull, Ramon Muns, Ignacio Santpons, Buenaventura-Carles Aribau, Ramón López Soler o Wenceslao Ayguals de Izco. Esta nueva hornada consiguió que se prescindiera del tratamiento y se usara únicamente el de "usted". Parecía que la corporación iba por buen camino, pero una real orden de Fernando VII, del 23 de septiembre de 1824, suspendió las actividades de la Reial Acadèmia de Bones Lletres.
En junio de 1833, por iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona, se organizó de nuevo la Reial Acadèmia. Se reemprendieron las publicaciones y se crearon cátedras de diversas disciplinas de letras, que no sólo suplieron la falta de estudios superiores en la ciudad, sino que crearon los fundamentos de la restauración de la Universidad de Barcelona en 1837, el primer rector de la cual, Albert Pujol, era miembro de la Academia. Esta luchó siempre contra la destrucción de monumentos artísticos producida por la desamortización, el vandalismo y los afanes de progreso urbanístico, recogiendo piezas de valor, fundamento de la riqueza actual de nuestros museos, e infundiendo en los barceloneses la afición y el gusto por el arte medieval.
En junio de 1833, por iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona, se organizó de nuevo la Reial Acadèmia. Se reemprendieron las publicaciones y se crearon cátedras de diversas disciplinas de letras, que no sólo suplieron la falta de estudios superiores en la ciudad, sino que crearon los fundamentos de la restauración de la Universidad de Barcelona en 1837, el primer rector de la cual, Albert Pujol, era miembro de la Academia. Esta luchó siempre contra la destrucción de monumentos artísticos producida por la desamortización, el vandalismo y los afanes de progreso urbanístico, recogiendo piezas de valor, fundamento de la riqueza actual de nuestros museos, e infundiendo en los barceloneses la afición y el gusto por el arte medieval.
Importante fue la contribución de la Reial Acadèmia de Bones Lletres en la Renaixença catalana, ya que muchos de sus miembros se cuentan entre las figuras más destacadas del movimiento restaurador. Colaboró intensamente la Academia en la tarea de regularización gramatical del catalán literario, y aunque al iniciarse el siglo XX se impusieron los criterios defendidos por el Avance, y más tarde por el Institut d'Estudis Catalans y Pompeu Fabra, la codificación de la Academia tuvo, en su época, su valor y su misión reguladora.
En 1871 el Ayuntamiento de Barcelona creó la Galería de Catalanes Ilustres, colección de retratos de personas de relevancia, cuya selección encomendó a las reales academias barcelonesas y que desde febrero de 1970 se exhibe en el local corporativo de las Buenas Letras.
Ya en este siglo, la Academia solucionó definitivamente el problema de su local social, hasta el momento bastante itinerante. El 7 de julio de 1917 se publicó la Real Orden de Alfonso XIII al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, en la que se disponía que la Reial Acadèmia de Bones Lletres pasara a ocupar, por cesión, el edificio número 3 del calle del Bisbe Caçador, espacio en el que se ubica el antiguo Palacio Requesens o de la Condesa de Palamós. Así, tras varios años de restauración, debido al lamentable estado de conservación del edificio, la Academia se instaló definitivamente.
En 1871 el Ayuntamiento de Barcelona creó la Galería de Catalanes Ilustres, colección de retratos de personas de relevancia, cuya selección encomendó a las reales academias barcelonesas y que desde febrero de 1970 se exhibe en el local corporativo de las Buenas Letras.
Ya en este siglo, la Academia solucionó definitivamente el problema de su local social, hasta el momento bastante itinerante. El 7 de julio de 1917 se publicó la Real Orden de Alfonso XIII al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, en la que se disponía que la Reial Acadèmia de Bones Lletres pasara a ocupar, por cesión, el edificio número 3 del calle del Bisbe Caçador, espacio en el que se ubica el antiguo Palacio Requesens o de la Condesa de Palamós. Así, tras varios años de restauración, debido al lamentable estado de conservación del edificio, la Academia se instaló definitivamente.
Fotografía de grupo de los miembros de la Academia el día 10 de abril de 1997.
Después de 1939, fueron presidentes de la Academia los señores Fernando Valls Taberner (1939-1942), Carles Sanllehy y Girona, Marqués de Caldes de Montbui (1942-1954), Ramon d'Abadal y de Vinyals (1954-1961), Agustí Duran i Sanpere (1961-1963) y Martín de Riquer y Morera, Conde de Casa Dávalos (1963-1996). Tras la larga presidencia del Dr. Riquer, en el mes de febrero de 1996, fue elegido Presidente el señor Eduard Ripoll y Perelló quien ocupó el cargo hasta su muerte a principios de este año 2006. Actualmente, el Presidente de la Academia es el historiador Dr. Pere Molas Ribalta.
La Acadèmia de Bones Lletres, sobre todo después de la restauración del Palacio Requesens, realizada entre los años 1964 y 1968, está en magníficas condiciones para cumplir las funciones que en la actualidad se pide a este tipo de instituciones. Hoy no es imaginable una academia si a sus tareas tradicionales y su carácter de agrupación honorífica no une una ordenada y constante labor de investigación y si no reemprende la seria acción educativa que se le confirió al ser fundada, colaborando en la enseñanza del tercer ciclo universitario y acogiendo en su local corporativo reuniones científicas, tareas de las que se ocupan los diversos Institutos creados por la Academia, así como realizando una importante labor editorial que permite la edición de trabajos científicos con más difícil salida en la edición comercial.
La Acadèmia de Bones Lletres, sobre todo después de la restauración del Palacio Requesens, realizada entre los años 1964 y 1968, está en magníficas condiciones para cumplir las funciones que en la actualidad se pide a este tipo de instituciones. Hoy no es imaginable una academia si a sus tareas tradicionales y su carácter de agrupación honorífica no une una ordenada y constante labor de investigación y si no reemprende la seria acción educativa que se le confirió al ser fundada, colaborando en la enseñanza del tercer ciclo universitario y acogiendo en su local corporativo reuniones científicas, tareas de las que se ocupan los diversos Institutos creados por la Academia, así como realizando una importante labor editorial que permite la edición de trabajos científicos con más difícil salida en la edición comercial.
Dispone la Reial Acadèmia de una biblioteca que se puede evaluar en más de 70.000 ejemplares, fruto en parte de generosas donaciones, así como una importante colección de revistas de materias históricas y filosóficas que se han reunido principalmente gracias a intercambios con el Boletín.
Además, se conserva el importante archivo de la Reial Acadèmia desde su fundación en el siglo XVIII.
Prosigue la Academia con sus publicaciones, iniciadas en 1756 con el primer volumen de las Memorias (reeditado en 2000, en facsímil, por la Asociación de Bibliófilos de Barcelona), a las que hay que sumar el Boletín de la Reial Acadèmia de Bones Lletres, revista bienal que inició su publicación en 1901, así como los más de un centenar de discursos de recepción en la Academia, que se vienen publicando desde 1872, o numerosos libros y monografías no incluidos en series específicas. También hay que hacer mención que la Reial Acadèmia posee una muy extensa red de académicos correspondientes, tanto a nivel nacional como internacional, entre los que hay importantes figuras representativas de diversos campos de la cultura.
Además, se conserva el importante archivo de la Reial Acadèmia desde su fundación en el siglo XVIII.
Prosigue la Academia con sus publicaciones, iniciadas en 1756 con el primer volumen de las Memorias (reeditado en 2000, en facsímil, por la Asociación de Bibliófilos de Barcelona), a las que hay que sumar el Boletín de la Reial Acadèmia de Bones Lletres, revista bienal que inició su publicación en 1901, así como los más de un centenar de discursos de recepción en la Academia, que se vienen publicando desde 1872, o numerosos libros y monografías no incluidos en series específicas. También hay que hacer mención que la Reial Acadèmia posee una muy extensa red de académicos correspondientes, tanto a nivel nacional como internacional, entre los que hay importantes figuras representativas de diversos campos de la cultura.